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Analista Deportivo en Medios de Comunicación. Profesor de la Real Federación Andaluza de Fútbol. Analista Deportivo en Real Betis. Asesor Deportivo. Escritor del primer libro internacional sobre "Scouting Deportivo : Metogología, Scouting y Coaching" obra considerada el comienzo de la revolución del analista y del análisis como herramientas imprescindibles para profesionalizar el fútbol modesto. Colaboro con revistas especializadas, programas de radio... Para potenciar el #NetworkingSD fundé La Tertulia 10.

domingo, 22 de noviembre de 2009

REPORTAJE: MUERTE DE UN DEPORTISTA

 

La angustia de vivir

El portero Robert Enke, torturado por la muerte prematura de una hija y el miedo al fracaso en el colosal mundo del fútbol, se quitó la vida en plena depresión. El padre repasa su trayectoria

22/11/2009
 
Es una conversación difícil para Dirk Enke. Todo se entremezcla. Robert es su hijo, era su hijo; el padre quiere explicar algo, quiere justificar algo, pero también quiere entregarse a su dolor en privado.

         

      En su carta de despedida, Robert Enke se disculpa por ocultar su estado de ánimo para poder preparar su suicidio
      "Decir que se tiene una enfermedad psicológica no está bien visto en el masculino mundo del fútbol", cuenta su padre
      Permanece en silencio durante un rato, en una postura un tanto encogida. No es momento para preguntas.
      El martes de la semana pasada Robert Enke, de 32 años, portero del Hannover 96 y de la selección alemana, se quitó la vida. Vivía en una casa de campo en Eilvese con su mujer, Teresa, su hija adoptiva Leila y ocho perros.

      Su suicidio causó consternación en Alemania. Todos se hacían una sola pregunta: ¿Por qué?
      Dirk Enke también, como es natural. Pero él, además, tenía respuestas. Dirk Enke es psicoterapeuta. Al día siguiente Dirk Enke fue a Detmold a ver a su hermano Bernd, diplomado en psicología. Dirk Enke afirma: "Yo creo que esto no es una enfermedad surgida desde dentro, sino originada en sus circunstancias vitales. Hay muchas cosas que apuntan a esto. El miedo tuvo un papel muy importante". Esta es la opinión de Dirk Enke, su explicación de la muerte de su hijo.
      Robert Enke no buscaba el protagonismo en el circo de la Bundesliga. No quería estar en el candelero, no buscaba las cámaras. No era como Oliver Kahn, como Tim Wiese, aunque dejó una huella profunda, como muestra el efecto que ha causado su muerte.

      El suicidio de Enke se produjo en el punto culminante de su carrera, siete meses antes del Mundial de 2010, en un momento en el que los futbolistas se sienten invulnerables, o lo parecen. Hace unas semanas el seleccionador nacional, Joachim Löw, declaró que Enke era su favorito para el partido de la selección en Suráfrica. Después se dijo que Enke estaba enfermo, que tenía una infección, que no podría participar ni si quiera en el decisivo encuentro de clasificación contra Rusia.
      En el salón de su casa de Detmold, su padre afirma: "Lo que a mí me importa es entender por qué llegó a levantar semejante muro. Por qué ese aislamiento. Robert se esforzó muchísimo por hacer creer a los demás que todo iba bien. Muchas veces me ofrecí: venga, vamos a hablar como padre e hijo. No quería hablar con él como especialista. Quizá pensara: el viejo sabe de qué va esto y a lo mejor averigua de qué tengo miedo. Robert sí que intuía que algo no iba bien en su vida".

      ¿Pero no podía cambiarlo? ¿No podía reconducir su vida, le faltaba valor?
      "Él pensaba: 'tomar decisiones completamente distintas o actuar de otra forma me da un miedo espantoso; no sé cómo se hace ni sé lo que quiero".
      Durante todos estos años, la mujer de Enke y su mejor amigo, el agente deportivo Jörg Neblung, además de sus padres, y naturalmente su médico, el psiquiatra de Colonia Valentin Markser, supieron de las depresiones de Robert. Conocían su miedo a perder su puesto en la selección nacional, al tener que renunciar al importante partido de Rusia; pero había mejorado. Robert Enke había vuelto a jugar de forma impecable y estaba en forma. Su mujer, Teresa, pensaba que lo peor había pasado.
      Enke volvió a estar bajo el larguero en el partido contra el Hamburgo. Que el domingo de la semana anterior alguien sumido en la depresión parara los balones... inconcebible.

      Era el suicidio del que se reponía de todos los golpes, de alguien invulnerable, del que repelía todos los peligros del juego, del que al defender la portería protegía a su equipo y, metafóricamente, a su país.
      El portero de la selección es el súmmum de la fortaleza deportiva. Tiene que tener los nervios de acero. Seguridad en sí mismo. No hay un trabajo más duro en el fútbol, y Enke estaba a la altura.
      El fútbol alemán siempre coloca a sus grandes entre los palos. Interpretan su papel conscientes de su importancia y con pasión. Oliver Kahn hizo de la actuación del portero una experiencia al límite. Sepp Maier era el clown oscuro, Jens Lehmann el excéntrico. Todos ellos elevaron el oficio de atrapar y despejar balones a una travesía por las cumbres de la existencia humana.
      Robert Enke tenía un talento excepcional. Con nueve años de edad, el entrenador le dijo a su padre: "Entrará en la selección nacional". Sin esfuerzo aparente pasó por todas las selecciones nacionales de la liga alemana. En los días posteriores a su suicidio se ha afirmado que las crisis empezaron hace seis años, pero su padre sabe mejor de lo que habla. Dirk Enke relata: "Siempre pasaba a clases de edad superior a la suya, siempre se le sacaba antes de tiempo de su equipo y se le hacía pasar a una clase superior en la que era el más joven. Por entonces empezaron las crisis. Porque tenía miedo de no poder estar a la altura de los mayores. No se creía capaz. Estaba atrapado en sus propias ambiciones".

      Y entonces aparece la frase que tenía que aparecer: "No podía disfrutar de nada". Cuando Robert tenía 15 años se separaron sus padres. Con 18 años debutó en el Carl Zeiss Jena, equipo de la segunda división alemana. Cuando fue traspasado al Borussia Mönchengladbach se convirtió en el portero más joven de la Bundesliga.
      Con 24 años empezó a ser el capitán y favorito de los aficionados del club más popular de Portugal, el Benfica de Lisboa. Cuando en 2002 fichó por el Barcelona, parecía que Enke había llegado a lo más alto. En realidad, ya desde su época de Portugal le atormentaban los ataques de ansiedad. En Barcelona, en un encuentro de la Copa del Rey contra un segunda B, Enke encajó tres goles y su compañero de equipo Frank de Boer le criticó en público. Supo por los periódicos que el técnico, Louis van Gaal, le había descartado. Era una traición, la humillación suprema. Le mandaron a entrenarse con los suplentes, lejos de sus camaradas. Más tarde dijo que esos días habían sido los peores.

      Su padre le había visitado varias veces en Lisboa "por su estado de ansiedad", relata Dirk Ende, quien tiene la sensación de que "viene de entonces lo que ha terminado desembocando en esta tragedia". "Allí se encerró en un mundo interior en el que regía un único principio: 'no puedo fallar'. Pensó: 'si no soy el mejor, soy la última mierda'".
      Uno de los clubes punteros de Turquía, el Fenerbahçe de Estambul, fichó a Enke. Ya el primer encuentro de la temporada acabó en catástrofe. En el derby local contra el menor de los cuatro equipos de primera que había entonces en la capital, el partido finalizó con un 0 a 3. Para los 50.000 hinchas del estadio, el culpable estaba en la portería. A Enke le cubrieron de insultos y mecheros.

      Esa misma noche decidió marcharse, a pesar de que sabía bien que la normativa le impediría jugar en otro club al menos durante medio año. La vida, tal como entonces parecía presentársele, se le escapaba.
      Hace tres años, Enke se hizo con la portería del Hannover 96. Las cosas le iban mejor, la gente le cubría de elogios y en una entrevista hablaba con franqueza inusual de su padre y de su vida futbolística.
      Se le veía tan poco a la defensiva, contando de forma tan franca y reflexiva, aguda y autoirónica cómo había superado sus heridas, que nadie que hablara con él podía tener la sensación de que esa no era toda la verdad. Sobre todo, se refería con sinceridad a sus errores: a su impaciencia y a la excesiva rapidez con la que había cambiado de equipo. Le habían "llovido tales críticas" en Barcelona que "había perdido la cabeza". Pero Enke volvió a coger el paso, regresó a Alemania y destacó en el Hannover 96 y, más tarde, también en la selección nacional.
      Hoy, afirmaba Enke entonces, como hombre maduro, era más fiel y constante en el apego a lo que le hacía bien. Le resultaba más fácil dejar atrás los errores y seguir jugando y viviendo, sin más. Y en su discurso se perfilaba la imagen de un hombre que, al cabo de todos sus viajes, finalmente se había encontrado a sí mismo.

      "Ahora estoy relajado de verdad", nos contaba, sonriendo.
      Robert Enke, un hombre como un castillo, enormemente popular, brilla en la portería, como siempre. Y dos días después se deja arrollar por un tren. Y en todo el país la gente entiende de repente qué devastación puede producir la enfermedad de la depresión en el alma de un hombre. Se quedan anonadados por su violencia. Se pregunta qué poderosas sombras tiene que arrojar sobre una persona cuando golpea. ¿Cómo puede ser que ni siquiera alguien como Enke pueda defenderse de ella?
      Dirk Enke afirma: "Naturalmente, también me cuestiono la educación que le di, nuestra familia. Sé que jamás hemos presionado a Robert. Jamás. Pero al estar rodeado de reconocimiento y elogios, no tenía que ocuparse de nada. Se dejaba llevar. Eso siguió siendo así siempre". "En fases críticas", afirma, "Robert tenía miedo a los balones contra su portería. Sufría ataques de ansiedad, no quería ir a entrenarse, no quería estar en la portería. Estaba tan desesperado que en una ocasión me preguntó: 'dime, papá, ¿te parecería mal que dejara el fútbol?' Yo le dije: 'Robert, por Dios, eso no es lo más importante'".

      Como es natural, ahora se plantean también otras preguntas. Por ejemplo, si un magnífico juego, que al mismo tiempo se ha convertido en un negocio tan gigantesco no destruye a sus protagonistas. ¿No será que el fútbol profesional sencillamente no es un buen biotopo para una persona depresiva? ¿Es que el deporte rey se traga a sus talentos y escupe a los que no funcionan convertidos en ruinas psíquicas y suicidas? ¿O apuntan las tragedias de los deportistas a otra dimensión: a una sociedad que ha convertido los logros en un fetiche, enfermando y hundiendo en la depresión a sus élites?
      ¿Pero por qué una persona enferma y otra no? ¿Una infancia difícil? ¿Traumas anteriores? En el caso de Enke no faltaban motivos externos. Durante un encuentro en Mallorca, Enke nos contaba cómo su forma de entender el fútbol había cambiado por el drama privado de su vida. La enfermedad y muerte de su hija lo habían relativizado todo. Acabada ya la entrevista y con la grabadora apagada, Enke nos describió su calvario. La angustia diaria. La clínica diaria. Las llamadas de noche avisando de que las cosas volvían a empeorar, para saber por la mañana que había sido una falsa alarma. Lara había nacido con una grave enfermedad cardíaca. Fue operada después de su nacimiento.

      "¿Cómo se aguanta eso?", se preguntaba Enke, que inmediatamente precisó: "No nosotros. Cómo lo aguantaba Lara, esa es la pregunta". Lara murió al cabo de dos años y tres operaciones de corazón, tras una intervención en el oído que, en apariencia, carecía de riesgos. ¿Era esto ya demasiado?
      Pero hasta esta historia, que en realidad no admite ninguna vuelta de tuerca, tiene un abismo adicional. Dirk Enke, el padre, lo relata con tranquilidad: "Teresa y Robert sabían desde antes del nacimiento que Lara estaría enferma. Pero decidieron tenerla: 'Si queremos de verdad a la pequeña, todo le irá bien'. Se turnaron en el hospital para dormir junto a Lara. Pero después de la operación, Robert llegó a la clínica después de un partido y se quedó a dormir mañana siguiente le despertó el alboroto de las enfermeras que intentaban reanimar a la niña. Él dormía a su lado. Lo primero que le pasó por la cabeza fue: 'no me he enterado. La culpa es mía'".
      Médicos y enfermeras aseguraron a Robert que no habría podido hacer nada, afirma el padre, "pero él volvió a experimentar un fracaso. Necesitó mucho tiempo para superarlo".

      Dirk Enke regresa en sus reflexiones a la hipocresía, a la brillante superficie del fútbol profesional, a esos hombres que tienen que refrenarse, no mostrar jamás debilidad. "El tema de la depresión es un tabú en el fútbol. Sería normal decir: 'Robert tiene una enfermedad psicológica'. Pero eso no está bien visto en el masculino mundo del fútbol", dice Enke padre. Y añade: "Hace dos semanas le dije que me parecería bien que se sometiera a un tratamiento hospitalario. Quizá todo habría sido de otro modo. Pero él no quería. Y por eso nadie podía forzar su ingreso. Si alguien dice en conciencia 'estoy bien', nadie puede ingresarle. Estuvo muy cerca de dar el paso a veces, pero luego rectificaba: 'si me tratan en la clínica, adiós al fútbol. Y es lo único que sé hacer".

      Creía que el estigma de la depresión le quitaría todo, quizá incluso la hija que Teresa y él habían adoptado en mayo. Ese miedo era exagerado; en todo caso lo era en ese momento, después de seis meses de convivencia de Robert, Teresa y Leila. Si un niño vive un período prolongado en su nueva familia, ésta no pierde su custodia sin más, ni aunque los padres hayan ocultado una enfermedad psíquica durante la adopción.

      Sin embargo, Robert Enke creía que la estancia en una clínica lo echaría todo por tierra. Nadie puede decir si le habría servido. Quizá ni siquiera él mismo supiera desde hacía tiempo lo cerca que estaba del abismo. Se dice que lo único que mantiene en vida a los suicidas en ciernes son las relaciones sociales. Pero para ello es necesario hablar del peligro. Su médico, Markser, afirma que, con el tiempo, su paciente había aprendido a ocultar pensamientos de forma tan perfecta que ni siquiera podían llegar a él los cercanos. Sus colegas y amigos no sospechaban nada. Al parecer, siempre negó de forma creíble tener pensamientos suicidas.
      Así lo ve Teresa Enke: "Naturalmente, lo difícil era también que nada de esto saliera a la luz. Ese era su deseo expreso, por miedo a perder su deporte, nuestra vida privada, todo. Visto retrospectivamente, está claro que era un disparate".

      La mayoría de los depresivos conviven durante mucho tiempo con ideas suicidas. Al final, el último paso sólo requiere un impulso: ¡Ahora! Si se pregunta a suicidas fallidos, la mayoría dirá que tres horas antes no pensaban que fueran a hacerlo ese día. Arrojarse a las vías del tren, dicen algunos psicólogos, es atípico en un caso de suicidio planeado. Quien planea racionalmente piensa también qué supondrá para los demás -para eupondrá para los demás -para el conductor, para su mujer- ser atropellado por un tren.

      "¿Señor Enke, cree usted que lo tenía planeado desde hace mucho tiempo?"
      "Lo de mucho tiempo es relativo. Hablemos de días o de semanas, tengo la sensación de que sí. Le dije muchas veces: 'Venga, me acerco y charlamos'. Y él me replicaba: 'No, padre, déjalo, no debes venir".
      Finalmente, una semana y media antes del suicidio, el padre llamó a casa de Robert y Teresa y les preguntó: "¿Puedo ir a veros ahora?" Teresa fue a esperarle a la estación, Robert llegó a las ocho y media del entrenamiento y, en expresión de su padre, "estaba cerrado". Inabordable. Taciturno. Ofendido. Estaba disgustado por la tarde que había tenido, afirmó, y se acostó a las nueve y media.

      A medio día de ese martes 10, Enke se despidió de su mujer. Dijo que se marchaba al entrenamiento. Pero ese día el Hannover 96 no entrenaba. Sólo quería mantener las apariencias. Cuando Jörg Neblung, su agente, se dio cuenta del engaño, alertó inmediatamente a la policía.
      En su carta de despedida, Robert Enke se disculpa por ocultar su auténtico estado de ánimo para poder preparar su suicidio.

      Enke era fuerte. Pero no lo bastante fuerte como para admitir sus debilidades.
      "Robert llevó una doble vida", afirma su padre; "ya no aguantaba más en una vida que no quería en absoluto, aunque no sabía lo que quería. Tuvo que pasarlo tan mal que tomó la decisión más fácil: salir de la vida".
      La conversación con el padre ha durado dos horas. Durante todo este tiempo ha tenido las manos entrelazadas en el regazo; ha pedido que las preguntas se las hiciéramos en voz alta porque está sordo del oído derecho. Dirk Enke ha pedido el número de teléfono de Joachim Löw porque quiere liberar al seleccionador de posibles sentimientos de culpa. Ha habido minutos en los que hablaba de forma inteligente y clara, ha habido minutos en los que buscaba las ideas y callaba, porque siempre se entremezclaba todo: es padre y terapeuta, es especialista y está de duelo porque el hijo, marido, padre y portero de la selección se echó delante de un tren.

      Este texto es un extracto del reportaje elaborado por Christoph Biermann, Rafaela von Bredow, Klaus Brinkbäumer, Cathrin Gilbert, Maik Grossekathöfer, Detlef Hacke, Beate Lakotta, Cordula Meyer, Gerhard Pfeil, Frank Thadeusz y Markus Verbeet. Traducción de Jesús Albores. © Der Spiegel

       

      viernes, 20 de noviembre de 2009

      ÍDOLOS CAÍDOS

       

      ¿Por qué se suicidan los deportistas?

      Robert Enke. (Foto: AFP)
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      Robert Enke. (Foto: AFP)
      Actualizado lunes 16/11/2009 10:21 (CET)
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      PABLO DE LA CALLE
      MADRID.-
      "Te das cuenta que no formas parte de la élite cuando llegas a un restaurante y no tienes mesa reservada". Un ex futbolista internacional afirma que un peligroso abismo separa la fama de la cotidianidad. Cuando aparece una indomable depresión, la cabeza estalla y ese paso se convierte en un muro insalvable.
      Médicos, psiquiatras y preparadores físicos sostienen que el abandono de la "burbuja irreal" de la notoriedad, la presión del entorno y el dopaje forman un mezcla peligrosísima. Luis Ocaña, enfermo, se reventó la sien con un disparo de escopeta. Jesús Rollán, sin alicientes tras dejar el waterpolo, se precipitó al vacío desde un balcón. Robert Enke, hundido moralmente, se lanzó el pasado martes a la vía de un tren de Hannover. Dimitri de Fauw, depresivo tras causar la muerte de Isaac Gálvez, se ahorcó el primer viernes de este mes. Tres días después, el ex ciclista Agustín Sagasti también apareció colgado en su domicilio.

      Julián Álvarez García (médico de la Federación Española de Triatlón) apunta como culpable a la sociedad de consumo: "El problema radica en que los deportistas de alta competición son elevados al Olimpo de los dioses. Tienen un enorme reconocimiento social, que desaparece cuando se retiran. Hay gente que no tolera bien ese cambio. Además, todo eso se complica con la alteración de la situación económica. Si no han administrado bien sus ingresos caen en una crisis de ansiedad".

      Los deportistas famosos por su protagonismo social y sus altos ingresos poseen una gran facilidad para entrar en el submundo de las drogas de diseño. Maradona, Pantani y Chava Jiménez cayeron en esa trampa. La dependencia de este tipo de sustancias produce conflictos emocionales que en casos graves puede desencadenar en comportamientos suicidas, advierten algunos psiquiatras. Álvarez también señala al dopaje: "Acudir a prácticas prohibidas para mejorar el rendimiento, no sólo provoca sentimiento de culpa, sino que altera el humor y deriva en pautas maniacodepresivos".

      Alfonso del Corral, médico del Real Madrid, incide en la misma tesis: "En el mundo del espectáculo es frecuente encontrar el éxito, pero cuando llega la retirada, esa gente entra en la rutina y se topa con el vacío y la negatividad. Somos víctimas de nuestra propia sociedad: en Suecia hay más suicidios que la India. En la alta competición se produce una 'burbuja de irrealidad', que si no se gestiona bien y se une a una serie de fracasos afectivos y de patrimonio provoca un bajón brutal que puede desencadenar en el suicidio".

      La excesiva responsabilidad mata. Eso es lo que advierte el doctor Valentin Marsker, que diagnosticó a Enke "un miedo agudo al fracaso". Para el que fuera portero del Barça, los goles encajados se convertían en dramas insuperables. Todo se complicó cuando su hija falleció por una malformación cardiaca congénita.
      En la misma línea se pronuncia Luis Borrás, psiquiatra forense: "En este asunto influye la llamada depresión del éxito: cuando uno ha conseguido todo, ya no hay nada por lo que luchar, entonces, la vida carece de sentido. Otro aspecto es que, por regla general, los deportistas para llegar a la cima han estado alejados de familia y amigos, lo que genera soledad e incomprensión". Borrás también añade que el exigente entorno competitivo y las retiradas tempranas, poco más de 30 años, crean "crisis de expectativas". "El sobreesfuerzo también provoca depresión. Y todo esto unido a la consecución de dinero fácil puede terminar en drogadicciones", concluye.

      Juan Manuel Bastida, especialista en medicina deportiva, sostiene que en este tema hay que observar dos puntos: el rol del deportista y la presión del entorno. "Entre nosotros, el deportista es considerado un modelo, pero se frustra cuando no puede o deja de representar ese papel, entonces aparecen los trastornos depresivos, que pueden desembocar en la automedicación de estimulantes, este consumo conlleva actitudes suicidas".

      Bastida añade que los deportistas sufren el acoso de técnicos o directores, que en su calidad de ex campeones se creen personajes únicos. "Ellos actúan de forma arrogante, atesoran fantasías de éxitos y poder y producen moving laboral, algunos chicos no pueden soportar esta tensión y se hunden. Muchos recurren al dopaje y las drogas como vía de escape, pero estas te llevan a la ruina moral y física.
      Jerónimo Sáiz, profesor de psiquiatría de la Universidad de Alcalá de Henares, discreta y afirma que los suicidios de los deportistas son excepciones: «La práctica del deporte es positiva para la salud física y psíquica. Otra cosa es que alguien se ponga hasta el cuello de anabolizantes y estimulantes». Manuel Pueyo (ex presidente de la Comisión Antidopaje de la Federación de Ciclismo) huye del aspecto singular del deportista.

      "La mente humana es indescifrable. Se me ocurre que estos dramas pueden producirse por un trastorno afectivo, porque cuando uno es famoso se siente muy arropado y luego ese abrigo desaparece. Es difícil saber porqué se suicidan, aquí entramos en un terreno donde las estadísticas no sirven. Podemos recordar el caso de Luis Ocaña, pero es que él tenía una personalidad desequilibrada. Siempre fue muy raro, muy depresivo, y a cualquier persona de estas características les puede dar la vena suicida. Las últimas muertes no son muy diferentes a los del ciudadano cotidiano. Es posible que haya un cúmulo de circunstancias que provoque esa situación, pero siempre, en el fondo hay un trastorno depresivo y psiquiátrico, que en algunos casos no ha sido diagnosticado". Muchas dudas y una certidumbre: la cabeza explota cuando se vuelve ingobernable.

      domingo, 15 de noviembre de 2009

      La importancia del saque de esquina en el fútbol de ataque

      El Sevilla es el equipo que más partido saca actualmente a la estrategia ofensiva · Los 14 goles de córner o falta son el fruto de un trabajo radiografiado con la ayuda de Jiménez.

      Jesús Alba / sevilla, sevilla | Actualizado 15.11.2009 - 08:58
       
      Benito Floro, un incomprendido como todos los anticipados a su tiempo, pronunció una vez una conferencia bajo un chirriante  título, que luego, bien analizado, no lo era tanto. La importancia del saque de banda en el fútbol de ataque. Entre aquello, que se tomó a chanza más de lo que lo merecía, y su teoría del limón cuando llegó al banquillo del Real Madrid, el visionario entrenador albaceteño acabó devorado por la feroz y engreída prensa madrileña. Pero todos los entrenadores que han conocido a Floro no dudan en recordar que fue un hombre metódico y con aportaciones muy interesantes al mundo de los banquillos. El desarrollo de aquella conferencia no hacía más que ilustrar la importancia capital que en un fútbol tan igualado por el físico como el moderno tiene la estrategia. El balón parado decide muchos partidos y el Sevilla de este año es el mejor ejemplo.

      El equipo nervionense, que se caracterizó en estos años atrás por los nulos resultados en esta faceta, ha dado con la tecla hasta el punto de ser el equipo que más tantos ha logrado desde el laboratorio, 14. Ha hallado un lanzador, Perotti, y se ha juntado que el aprendizaje de varias jugadas ya asimiladas por el equipo en dos años y medio de trabajo bajo la metodología del arahalense ha crecido en alternativas. También han llegado futbolistas que ayudan en el juego aéreo y ya son muchos (Luis Fabiano, Kanoute, Negredo, Renato, Konko, Squillaci, Lolo...) y por supuesto, está el acierto, que también se trabaja...

      Un ejecutor
      No es posible una estrategia perfecta sin un especialista, sin un lanzador cualificado que ponga el balón como lo quieren los rematadores. Un buen centro es el que sale de la bota como una pelota tensa, fuerte, con la parábola abriéndose o cerrándose para burlar a defensas y porteros. Rememorarán los sevillistas aquellos tiempos en el equipo de Juande en el que chirriaba cada falta lanzada por Martí. El balear, un futbolista modelo y clave en el crecimiento del Sevilla de los títulos, llegó a ganarse la animadversión de la grada por este aspecto. Resulta curioso también que el mayor especialista en esta faceta, Duda, tuvo que decir adiós porque los técnicos entendían que su excelente toque a balón parado no podía hipotecar el tener un jugador sobre el campo que no tuviera el ritmo de sus compañeros con la pelota en movimiento. Algo parecido ocurre con Chevantón, el más cualificado para el golpeo de la actual plantilla. Romaric vino el año pasado para arreglar este problema, pero sus ejecuciones no dieron ese salto de calidad. Fue el más inesperado, Perotti, el que propició un cambio que ha marcado la actual marcha de la temporada. Habla Jiménez. "Perotti no era el lanzador de estrategia que es ahora. Y no me estoy poniendo una medalla, sino que ha sido él el que ha querido progresar. Perotti echa muchos minutos de trabajo después de un entrenamiento intenso en sacar córners, faltas... Igual que Luis, Cheva, José Carlos, Capel, Romaric... El futbolista que es de calidad nace, pero el que lo demuestra a nivel competitivo se hace. En eso hemos crecido muchísimo y en eso tenemos la paciencia de hacer muchos entrenamientos específicos, no sólo de estrategia, sino también en otros aspectos, que los hay".

      A puerta cerrada
       Ahí, en ese trabajo de campo al que se refiere Jiménez, es donde se cuece todo. Los entrenamientos a puerta cerrada no son una cosa nueva, sino que se vienen desarrollando en el fútbol de alto nivel desde hace más de veinte años. Quizá lo que ha crecido es en número. Si antes era un recurso ante un partido especial, cuando se quería sorprender a un rival con algo preparado, ahora es habitual y hasta natural. También han aumentado mucho en número los medios de comunicación y, con ello, los canales de información que le llegan al entrenador del otro equipo. "Se trabaja los dos últimos días de la semana a puerta cerrada. Y después está la impronta del futbolista, que es el que ve que una jugada es imposible que salga y toma otra decisión".

      Los movimientos
       El balón ya está en juego, ya sea por el aire o -para buscar más la sorpresa- a ras de suelo. ¿Qué sucede entonces? Tanto los posibles rematadores como los que tratan de impedir que éstos rematen se mueven utilizando y jugando con el espacio. Hay desmarques, pero también bloqueos, pantallas... Una batalla que puede acabar de dos maneras: con un remate, que es lo que buscan los entrenadores (estas jugadas hay que finalizarlas ya sea a portería o fuera para evitar las contras), o con un despeje, que da lugar a una segunda jugada. "Dentro de una estrategia puede haber movimientos que se contrarresten por el rival, pero el que ejecuta la jugada a lo mejor ve que no se puede hacer y culmina lanzando. Así o una falta directa que es gol, pero en la que previamente ha habido movimientos para que se despisten los contrarios".

      Tres alternativas
      Los jugadores del Sevilla pueden tener aprendidos siete u ocho modelos de córners y otros tantos de faltas, ya sean laterales, diagonales o centradas. Pero dentro de cada una de ellas tiene tres alternativas distintas, tres caminos a elegir, como aquellos libros en los que el lector elegía el final. Lo bueno es cuando el jugador mecánicamente ya es capaz de cambiar de opción si ve que le han tapado la idea inicial. "Y lo hace. Inicialmente queremos que pase al balón aquí para que luego vaya a la banda y posteriormente al segundo palo. Pero si no sale eso, cuando vaya el balón al centro, en vez de abrir a la banda porque está tapada, hay que estar preparados para que hagamos una pared por el centro. Todo eso está hablado, pero ahí la inspiración del jugador es primordial", dice Jiménez.

      El truco perotti
      Como buen amante del otro fútbol, Jiménez sabe que la labor psicológica da siempre sus frutos y las maniobras de despiste hacia el contrario son muy aprovechables. Recordarán los sevillistas aquellos córners con Marcos Alonso en los que Jesuli y Tsartas, al trote, se cruzaban como si el griego fuera a ajecutar el saque y, en realidad, el balón ya estaba en juego. El factor sorpresa llegaba cuando Tsartas lo que hacía era conducir y meterse casi en el área. El truco de Perotti poniendo el balón fuera de la zona delimitada para el saque lo que busca es, aparte de lo que todo el mundo pueda creer ,que es ganar un metro, desconcentrar a los defensas. Éstos, inconscientemente, bajan la guardia en la marca a la hora de protestar al árbitro en unos segundos preciosos que aprovecha el Sevilla para sorprender. Lo que pasa es que la retransmisión del último partido lo enseñó demasiado y árbitros y rivales se comportarán ahora de otra manera.

      en toda la cantera La idea del Sevilla es hacer que en el futuro todos los escalafones inferiores conozcan y repitan las jugadas de estrategia del primer equipo. Para ello, entre otras cosas, ha llegado este año la figura de Diego Martínez, ex técnico del Motril, cuya labor en el área de tecnificación será trabajar por líneas con los equipos de cantera para mejorar e imitar los movimientos del primer equipo. Se trata de un técnico que ha tenido muy buenos resultados en la estrategia y que irá entrando progresivamente, pero que hasta el momento no ha trabajado ni con el filial ni con el primer equipo.

      lunes, 2 de noviembre de 2009

      FRANCO BARESI Capitán del Milan entre 1980 y 1997

      DIEGO TORRES | Milán 02/11/2009



      En Italia existe la convicción generalizada de que Franco Baresi (Travagliato, 1960) es un hombre superficial cuya gigantesca obra sólo se puede atribuir al instinto. Si el intelecto se relaciona directamente con los trajes de paño de lana y los zapatos de cuerpo brillante que gastan los milaneses en Via Turati, es evidente que Baresi está por debajo de la media del país. El hombre se asoma desde su despacho en la sede del Milan con un pantalón gastado, un jersey básico, y unas zapatillas. Lleva el pelo igual de despeinado que cuando jugaba. Como si el árbitro todavía no hubiese pitado el final. Su rostro evoca una mezcla de príncipe de las tinieblas con campesino lombardo. Hay algo prehistórico en los huesos de su cabeza, una severidad remota que los ojos claros como glaciares no ayudan a suavizar. Su discurso es medido hasta que habla del Madrid. Entonces se libera.



      Pregunta. ¿Sabía que su ejercicio defensivo contra la Quinta del Buitre dejó una impronta imborrable en los aficionados españoles?

      Respuesta. El trabajo estaba repartido. Con Arrigo Sacchi entrenábamos mucho. Había entrenamientos en los que los cuatro defensores jugábamos contra diecisiete atacantes. Tassoti, Costacurta, Maldini y yo contra el resto. Eran sesiones de gran intensidad. Después, sentíamos el partido como un entrenamiento. Estábamos habituados a la dificultad, a las situaciones de la competición, a los posicionamientos dentro del campo y a los movimientos. Además de la calidad técnica, lo fundamental era la sintonía mental. La concentración. La capacidad de moverte con el compañero. Cosas que tal vez ahora se vean menos. El Madrid, por ejemplo, no ha cambiado tanto. Sigue siendo un equipo más atento a la fase ofensiva que a defenderse. Creo que se pueden hacer ambas cosas. Aquel Milan hacía las dos cosas.

      P. Cuando usted robaba el balón casi siempre salía jugando con limpieza. ¿Cómo conseguía que ese primer toque fuese más sutil que un rebote?
      R. Eso es una cualidad natural. Sin el instinto para anticipar la jugada ese primer toque es imposible. Si comprendes la jugada antes que el adversario, ganas unas centésimas que te ayudan a anticiparte, y si te anticipas es más sencillo llevarte bien la pelota e iniciar el contragolpe. Tú puedes enseñar los movimientos, los conceptos sobre cómo perfilarte ante un rival, pero la anticipación... Hay dos categorías: el 'calciatore' y el jugador. El 'calciatore' es más trabajador que inteligente. El jugador es el que sabe establecer los tiempos del juego.
      P. Sacchi utilizó su sentido de la anticipación como un recurso ofensivo.
      R. Yo robaba en el medio campo y me incorporaba al ataque. Así desbordábamos a medio equipo contrario. Era una manera de sorprender.
      P. Normalmente la sorpresa se busca en ataque. ¿Ustedes se propusieron sorprender en defensa?
      R. Para nosotros fue muy importante el fuera de juego porque muy pocos jugadores sabían hacerlo y muchos menos afrontarlo. Lo curioso es que hoy se hace menos que hace 15 años. Es más difícil porque todos los equipos ahora están más o menos organizados. En mi época no había organización. El Milan fue el primer equipo que practicó un fútbol con todos los componentes nuevos: fuera de juego, presión, achique... El efecto en los rivales era de sorpresa, de parálisis. Y nos daba una gran ventaja porque nosotros lo racionalizábamos: marcábamos los tiempos para movernos al unísono, con las líneas siempre juntas. Los otros iban a contrapié. Al rival que recibía el balón le hacíamos tres para uno. Lo practicábamos tanto en los entrenamientos y nos daba tanto resultado que llegamos a divertirnos entrenando sin balón. Al final, los mecanismos eran naturales. Si a eso añadías grandes jugadores... Teníamos orden, calidad, y una voluntad muy grande de dejar una marca importante. No sólo queríamos ganar. Queríamos asombrar a quien nos veía. Sacchi y Berlusconi querían que jugásemos un fútbol bello. Sin especular.
      P. ¿Qué era lo que tenía en cuenta cuando ordenaba tirar el fuera de juego?
      R. El fuera de juego es una consecuencia. No dices: 'Ahora tiramos el fuera de juego'. Es una consecuencia de cómo se mueve el equipo. Hay que estar muy atento al balón. Si el balón está en posesión del rival, y el jugador que lo tiene cuenta con espacio y tiempo, no puedes tirar el fuera de juego porque tienes grandes posibilidades de fracasar. Hay que distinguir entre 'balón descubierto' y 'balón cubierto'. Para tirar el fuera de juego el balón siempre tiene que estar cubierto. En el sentido de que todo el equipo debe presionar sobre el balón para que los contrarios no tengan la posibilidad de disponer fácilmente de la posesión. En función de estas situaciones debes tomar la decisión, cuidando mucho la ubicación de los laterales. Los laterales deben estar en línea. Nunca en diagonal. Lo cierto es que lo hacíamos con naturalidad. A veces nos salía mal y nos hacían goles. Pero el balance fue positivo. Fueron más los goles que evitamos que los que recibimos.
      P. ¿Con qué equipos resultaba más difícil tirar el fuera de juego?
      R. Con el Madrid no fue sencillo. Cuando enfrentabas rivales habilidosos que te atacaban con muchos hombres todo se complicaba. Y tengo que decir que para mí el Madrid supuso una novedad. En Italia nadie te atacaba así y en Europa tampoco. El Madrid siempre eliminó al Inter de Europa a principio de los ochenta. El Inter era muy defensivo, se amontonaba sobre su área. Ni siquiera marcaba en zona. Si al Madrid le dabas la iniciativa estabas muerto. Antes y ahora, eso sigue siendo así. El Inter no estaba preparado. Y cuando el Madrid jugó contra nosotros se sorprendió de encontrarse con un equipo italiano tan agresivo, tan lanzado al ataque. Fuimos los primeros.
      P. Usted parecía físicamente frágil pero hacía unos esfuerzos increíbles sin apenas notarlo. ¿Hasta qué punto se infravaloró su capacidad atlética?
      R. Tenía una musculatura elástica. Nunca me rompí. Mi fuerte era esa rapidez.
      P. ¿A Van Basten no le gustaba entrenarse?
      R. No es verdad. Los holandeses para nosotros fueron muy importantes. Ellos tenían una mentalidad ofensiva que nos contagiaba. Los italianos éramos más conservadores y ellos nos cambiaron un poco. En los entrenamientos eran extraordinarios. Sólo que hubo un momento en que Van Basten estaba hastiado. Porque Sacchi era un poco maníaco y Van Basten pedía un poco de elasticidad. Llegó un punto en el que quiso un poco menos de tensión.

      P. ¿Por qué le gustaba tanto el fútbol?
      P. El fútbol es una cosa que he llevado siempre dentro. Desde pequeño. Cuando lo llevas dentro no te pesan los entrenamientos, no te pesan los partidos...

      R. ¿Cuál es su primer recuerdo del fútbol profesional?
      P. El Mundial de 1970. Italia-Alemania. 4-3. Lo vi por la televisión y fue mi primera gran emoción. Después me hice milanista y admirador de Rivera. No sé si nací defensor. Cuando era un chaval jugaba en el centro del campo. Y empecé a jugar pronto atrás porque tenía esa visión panorámica, ese instinto para ordenar, para comandar desplazando el balón, en resumen.
      R. ¿Su talento era instintivo?
      P. Sí, claro. El juego se entiende por instinto. Porque antes de que ocurran las cosas tú las piensas. Entiendes la jugada sin preguntarte qué está pasando primero. Si estamos a la par y tú eres más rápido que yo, y comprendemos la jugada igual, tú llegas antes. Si yo lo entiendo antes llego antes yo, aunque tú seas más rápido. Son pequeñas cosas. En el fútbol es importante ser inteligente.
      R. En el Mundial de Estados Unidos tuvo que jugar la final diez días después de operarse del menisco. ¿No le dolía la rodilla?
      P. Me operaron rápido y después hice un poco de gimnasia y de carrera. Hice dos entrenamientos en los dos días previos a la final. No me sentía seguro de jugar. Sacchi tampoco sabía si arriesgar o no conmigo en un partido así. Pero descalificaron a Costacurta, hubo un par de lesiones, y Sacchi debió arriesgar.
      P. ¿Le dijo algo Sacchi sobre cómo marcar a Romario?
      R. No mucho. Sacchi siempre estaba muy atento a los detalles del propio equipo.
      P. Romario hacía un control, un toque, y después usted le quitaba el balón. ¿Estaba previsto que lo dejaría recibir?
      R. No. Cuando marcas a uno como Romario tienes que tener una gran tensión. Para mi era un estímulo increíble medirme a él y a Bebeto. Estaba exaltado.
      P. No daba la sensación de pensarse nada. Entraba como una bala y se llevaba la pelota.
      R. Contra Romario no puedes pensar. Tienes que estar en tensión máxima y actuar a toda velocidad.
      P. Se le veía actuar con una gran determinación. Como si supiese lo que debía hacer antes de que ocurriesen las cosas. ¿Nunca dudaba?
      R. Yo sólo me paraba a pensar cuando estaba mal físicamente. Nunca empleé el cuerpo para chocar. Mi juego se basaba en la astucia y en el ritmo, y para practicarlo necesitaba estar rápido de piernas. Tal vez por eso parecía que no pensaba. Otro factor son los compañeros. Tuve la suerte de jugar durante diez años con Tassoti, Maldini y Costacurta. Había una sintonía tan grande entre nosotros que actuábamos como si no pensásemos.
      P. ¿Por qué hacía tan pocas faltas? ¿Un central no debe hacer más faltas?
      R. Siempre procuré ser determinado. Con eso me bastaba. Intimidar con faltas no era mi estilo.
      P. ¿Qué piensa de este Milan?
      R. Que se está encontrando después de un comienzo malo en el que sufrió la retirada de Maldini, el cambio de entrenador y la partida de Kaká. La escuadra se ha dispersado y la condición física de los jugadores no ha sido buena. Ahora el equipo está mejor, básicamente porque ha definido un estilo que se ajusta a las características de estos jugadores. Creo que en Madrid encontraron el esquema en el que se pueden encontrar bien. Tal vez el ritmo no sea alto, pero tienen jugadores de una gran calidad y pueden crear problemas a muchos equipos. Siempre dependiendo de las condiciones físicas de jugadores que no están en su máximo nivel.
      P. ¿Este equipo podría practicar el fútbol del Milan de Sacchi?
      P. Nunca. En este momento el Milan no puede hacer un juego agresivo ni veloz. Pero tiene el cambio de ritmo que le permite Pato, y tiene a Ronaldinho, que virtualmente posee esa cualidad para cambiar de ritmo, aunque ahora no está físicamente en su mejor nivel. Todavía debe mejorar. En suma, podemos crear problemas a los rivales porque movemos bien el balón y cambiamos de orientación con gran precisión. Pero vamos a nuestro ritmo. Si encontramos un rival que n os obliga a un ritmo más alto nos mete en dificultades. Pero con los jugadores que tenemos, con Pirlo, Ambrosini, Seedorf, Gatusso, llevan tanto tiempo, tantos años jugando en un alto nivel que no se puede pretender que jueguen al máximo nivel físico 70 partidos por temporada.
      R. En el Bernabéu no presionaron. Simplemente se agruparon atrás y...
      P. No es un equipo diseñado para eso. No está pensado para defender sino para imponer el propio juego. Tiene problemas cuando se encuentra equipos que imprimen un ritmo alto al partido. Ahí el Milan se queda muy por debajo porque pierde el balón y le cuesta recuperarlo. Eso me hizo pensar que en el Bernabéu sufriría. ¿Pero el Madrid iba más lento que nosotros! Es extraño porque el Madrid ha empezado la temporada jugando bien. Después no se sabe por qué se han caído.
      P. ¿Kaká es delantero o media punta?

      R. Aquí empezó como media punta por detrás de dos atacantes, en un esquema de rombo. Ahora pienso que él puede rendir más detrás de un atacante. Porque él sabe desmarcarse muy bien y es bueno para llegar a posiciones de tiro. Es poco eficaz sin balón y es un error hacerlo correr hacia atrás. Lo ideal es que juegue detrás del punta. En este sentido el Madrid está condicionado por Raúl. Porque el equipo ideal del Madrid sería con Benzema en punta, Kaká por detrás, Ronaldo a la izquierda y un centrocampista que ayude por la derecha... Robben no le habría venido mal ahí... y en el medio yo podría a Guti y Lass... en un 4-2-3-1. En ese esquema necesitas velocidad, y Robben te la daba. Hoy en el fútbol es fundamental tener gente rápida que ocupe las bandas en ataque, y no siempre pidiendo el balón al pie. Con Robben o con Ribéry obligarías al equipo contrario a replegarse. Los extremos te brindan espacio en el medio para poder tener el balón y dominar. Con esos jugadores Kaká aprovecharía mejor los espacios. Si juega Raúl está claro que Kaká debe sacrificarse más. Esto le resta eficacia al equipo cuando pierde el balón. Es un lastre para el equilibrio. Pero Raúl es el capitán y dejarlo fuera es un problema.
      R. ¿Cree que este Madrid es un superequipo?
      P. Una cosa no me encaja. ¿Por qué han contratado a Xabi Alonso? Xabi Alonso es un buen jugador pero responde al mismo perfil que Gago, Granero y Mahmadou Diarra. Debieron fichar a Felipe Melo [volante de la Juventus]. Técnica y físicamente es superior. Es capaz de darle otra dimensión al medio campo. Lass, Xabi y Granero juegan en el mismo plano. Es un error ponerlos juntos. En la plantilla del Madrid, el único que rompe la línea es Guti. Y después escojo a Diarra. Correcto, con y sin balón.
      P. ¿Qué otro problema detecta?
      R. La plantilla no está muy bien construida. Le faltan algunas cosas para ser un superequipo... Atrás, los dos centrales no son malos. Pero los laterales... Yo veo todos los partidos del Madrid y Ramos es un desastre. Quizás sea un poco presuntuoso. No se da cuenta de lo que sucede en el campo. Ni defiende ni ataca. Tal vez esté pagando los desequilibrios del equipo en esa banda, en donde no hay ni extremo ni interior. En cualquier caso, como central me gustaba más. En la banda no defiende nunca. Es un punto débil. Ronaldinho lo aprovechó en el partido de ida. Marcelo también tiene dificultad para defender, por su mentalidad, pero al menos ataca con naturalidad.